miércoles, 20 de julio de 2011

La Fiebre del Lucro (o Para Leer Antes de Marchar)

Me acabo de enterar de los millonarios sueldos que el Ministro Lavín paga a sus asesores. Había varios sobre los 5 millones de pesos, con gente que gana el doble de lo que estaba asignado a sus cargos antes de la llegada de la nueva forma de gobernar. Incluso había dos casos un tanto extremos para mí, por tratarse de la administración pública.
Primero, alguien que por media jornada de trabajo recibe 3 millones de pesos, ahora entiendo porqué la ex directora de la JUNJI, la de la virgen, encontraba que su sueldo era “reguleque”… ganaba lo mismo que este personaje, pero le tocaba trabajar todo el día, y a cargo de la gestión de una institución bastante compleja.
Y segundo, el de alguien que aparte de ganar 5 millones, duplicaba su sueldo por concepto de asignación crítica.
El pensar que eso es lo que gana la gente que está a cargo de dar una respuesta al conflicto en la educación me hiso reflexionar sobre el tema éste del lucro, y sobre toda la discusión que se ha generado sobre dicho concepto aplicado a casi todos los ámbitos de la vida (educación, salud, trabajo, cultura, deporte, entretención, etcétera, etcétera, etcétera). En las últimas semanas, es el tema, y no han sido pocas las columnas dedicadas a él, columnas que casi siempre parten diciendo algo “tan original” como: “la Real Academia de la Lengua Española define al lucro como… bla, bla, bla”.
Para mí, hay una variable que debiera determinar el tono de la discusión y que quisiera plantear. Tanto en la educación, como en casi todas las otras temáticas de la vida, lo importante no es tanto el lucro o la generación de ganancias asociadas (que siempre existen).Lo importante es el porqué hacemos lo que hacemos. Es decir, las motivaciones.
El gran problema en toda esta situación se produce cuando el lucro deja de ser una herramienta para lograr un fin, o para dedicarse por completo a algo sin dejar de “vivir bien”, y se transforma en un objetivo en sí mismo, que se persigue a costa, incluso llegando a sacrificar el cumplimiento de ciertos sueños o transando en ciertos valores.
Digo lo anterior, porque hay que reconocer que todos lucramos (monetariamente o no):
  1. Lucra el voluntario de una organización cuando tiene la oportunidad de aprender y volverse experto en una materia social específica, y cuando el paso por esa organización le asegura un buen curriculum, trabajo y becas futuras (no voy a hablar de la oportunidad de “conocer” a otras voluntarias, que también existe).
  2. Lucra el “servidor público”, el bueno y el malo. El bueno porque recibe una retribución monetaria por cumplir su vocación de servicio público, y el malo por razones obvias, que a veces, gracias a Dios, logra descubrir la contraloría.
  3. Lucra el dirigente estudiantil cuando gracias a su cargo da un paso inicial a una probable carrera política.
  4. Lucra el político cuando promociona en exceso su trabajo para asegurar cámara y reelección, o para escalar en su carrera política.
  5. Lucramos incluso cuando desarrollando nuestros hobbies y obtenemos ganancias no monetarias pero sí en términos de satisfacción espiritual y personal.
En fin, lo que quiero plantear es que el lucro en sí mismo no está mal, y por eso es que la discusión está tan mal planteada e ideologizada (llegando a convertirse en un verdadero “diálogo de sordos”). Reconozcamos que como Sor Teresa de Calcuta y el Padre Hurtado hay muy pocos (lamentablemente), y que la gran mayoría de nosotros buscamos cumplir nuestros sueños, obteniendo las ganancias correspondientes que nos permitan vivir bien.
En este contexto el problema de las “universidades privadas con fines de lucro oculto”, tiene que ver con eso, con que el fin u objetivo final es el lucro y no educar bien. Es distinto trabajar por cumplir el sueño de establecer un modelo educativo innovador (obteniendo una retribución económica razonable por lo mismo), como lo hacen algunas buenas universidades privadas, a cumplir el sueño de enriquecerse lo máximo posible, a través del montaje de una universidad de cartón.
Para mí no está mal que un grupo de privados quiera crear una universidad de excelencia, si es que: se regula fuertemente la calidad de la educación que se entrega; se supervisan los procesos de admisión a dicha universidad a fin de que la misma no se transforme en una maquina de crear jovenes frustrados, endeudados y sin futuro laboral (como cientos de clientes de La Polar que nunca debieron obtener crédito); se les cobra un impuesto como a toda actividad empresarial privada; y se establece un límite razonable a las ganancias que pueden ser repartidas entre los inversionistas, dejando un porcentaje importante de las ganancias que genere dicha universidad destinado a investigación y perfeccionamiento del sistema educativo de la misma.
En resumen, lo que quiero plantear básicamente es que en la discusión de esto del lucro falta una mirada menos ideologizada que nos permita ver que el obtener ganancias monetarias está bien, si solo es una herramienta y no un fin en sí mismo. Y para no dejar de hablar algo de fútbol pongo como ejemplo al futbolista chileno que más lucra en la historia, nuestro querido niño maravilla. Puedo sonar demasiado ingenuo, pero estoy seguro que él está mucho más preocupado de jugar cada día mejor y de llegar al mejor equipo de futbol del mundo, que de las lucas que le van a pagar. Cualquiera diría que con las lucas que gana, nadie estaría preocupado de las lucas, pero tenemos el ejemplo de Valdivia que en vez de arriesgarse a jugar en Europa ganando menos, se fue a Emiratos Árabes a llenarse de plata (sacrificando, creo yo, su futuro futbolístico).
Ojalá los asesores de Lavín estén realmente preocupados de la educación de este país, pero si ingresaron al “servicio público” cobrando el doble de lo que cobraban otras personas en sus mismos cargos, tiendo a pensar que en este caso el lucro es un fin y no un medio. Creo que tienen ahora una tremenda oportunidad de demostrarnos a todos por qué están ahí (y por qué cobran lo que cobran).
Espero les vaya bien en la marcha a los estudiantes hoy. Que entiendan que el problema más que el lucro en sí mismo, como una “herramienta diabólica”, es como regulamos y aseguramos la calidad de la educación (que depende de muchos factores, y no sólo de que si quien la da, gana plata o no), y que finalmente ellos tengan como retribución (lucro), asociado a éstas movilizaciones, una ley de educación que regule, para bien de todos, el lucro en la educación.

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