miércoles, 24 de agosto de 2011

El gobierno está igual que Chile en la Copa América

Me dolió perder con Venezuela y que nos eliminaran de la Copa América. Mucho. Simplemente no podía creer estar viviendo nuevamente una tarde para el olvido. Lo peor es que esta vez dolió mucho más porque, como la mayoría de los chilenos, creo que nunca, desde que me acuerdo, habíamos tenido posibilidades tan claras de salir campeones.
Chile con un buen equipo y con buenas figuras, Brasil y Argentina eliminados, nos encontraríamos con los mejores – Uruguay – en la final, y en semifinales tendríamos que enfrentarnos a un equipo accesible como Paraguay. Pero se nos apareció Venezuela, pecamos de arrogantes y confiados al principio, de desesperados al final, y nos quedamos fuera, haciendo, de paso, uno de los peores papelones de nuestra historia futbolística.
A veces trato de pensar en la conversación del camarín en el entretiempo de ese partido en que estábamos perdiendo y quedábamos eliminados, y la verdad, no logro imaginarme otra cosa que a Borghi diciéndole al equipo: “tranquilos muchachos, si seguimos como vamos, los goles van a salir seguro, esto es imposible perderlo”, y diciéndose a sí mismo: “hago un par de cambios, pongo a las estrellas, y seguro lo damos vuelta”.
Me imagino poca autocritica, poco cuestionamiento al modelo de juego, poca valoración de la gravedad real de la situación, y ni hablar de despertar, remecer y finalmente motivar al equipo. A lo más lo veo prometiendo rajarse con un mega asado al final si es que se ganaba.
La historia ya es conocida. Entraron las figuras que estaban en la banca, cambiaron en algo la dinámica del juego, pero ya era tarde y el resultado fue el mismo, o tal vez peor. Nos fuimos para la casa con la derrota, y la vergüenza entre las piernas.
Qué similar se me hace esto con la situación actual de Piñera, con el reciente cambio de gabinete, y con el segundo tiempo que tiene por delante la nueva forma de gobernar.
Creo que la derecha se está farreando una oportunidad única de consolidarse como una opción política, y de gobierno, real. Yo era de los convencidos, al principio, que esto duraba ocho años mínimo. La Concertación había sido derrotada, y en un año, aún no lograba – ni logra del todo – levantarse del golpe de knock-out que recibió.
El terremoto, a pocos días de asumir, le permitiría dos cosas tremendamente importantes, primero, lucirse en lo que siempre dijo que era su mayor valor agregado, la gestión, segundo, en caso de ejecutar muy bien el proceso de reconstrucción, decir que si alguna promesa de campaña no se cumplía, se debía a que el terremoto lo obligó a cambiar los planes.
Piñera recibía al país en una etapa del ciclo económico que aseguraba buen crecimiento y buenos niveles de empleo. El Gobierno contaba con el respaldo de una coalición que había luchado 20 años por ser Gobierno. La contingencia de los 33 mineros, y una correcta decisión estratégica, empinaban su popularidad, levantando también las primeras cartas para lograr una segunda victoria en las próximas elecciones presidenciales. En resumen, un escenario bastante bueno para “asegurar el partido”.
Pero al igual que la selección chilena en el partido con Venezuela, pudo más la arrogancia del “gobierno de los mejores”; el exceso de confianza del “gabinete de técnicos y gerentes”; el celebrar por adelantado, con una política comunicacional de anuncios y promesas, con letra chica y poco cumplimiento; el no ser estricto con el equipo en casos como el de Van Rysselberghe, la ex Ministra Matte e incluso Hinzpeter; la falta de visión del líder para dimensionar realmente al adversario, entender el problema a cabalidad y corregir no sólo a las personas sino que la dinámica de juego; y sobre todo, la forma de trabajar en equipo, con un presidente omnipresente, que constantemente está en la línea de fuego, y por lo mismo, tiene muchas oportunidades para cometer errores. Oportunidades que rara vez pierde.
Hoy Piñera y su gobierno empiezan su segundo tiempo. Es obvio que va perdiendo, aunque no por goleada, y está corriendo un riesgo serio de quedar eliminado frente a una oposición que es menos que el equipo de Venezuela. Espero, por el bien de Chile, y de la política en estos dos años, que no cometa los mismos errores del primer tiempo de la selección, y de Borghi en el entretiempo. Que entienda que no puede depositar toda la fe exclusivamente en el ingreso de las “figuras históricas”. Que debe generar un cambio en la táctica de juego, y hacer algún gol pronto – ojalá en educación, o con el tema de Hidroaysén – para motivar a su equipo, y también a la hinchada. Si no, pasará el tiempo y empezará la desesperación, y un equipo desesperado, con un líder que no dimensiona bien los problemas, no lo hace bien ni en la cancha ni en La Moneda.

miércoles, 20 de julio de 2011

La Fiebre del Lucro (o Para Leer Antes de Marchar)

Me acabo de enterar de los millonarios sueldos que el Ministro Lavín paga a sus asesores. Había varios sobre los 5 millones de pesos, con gente que gana el doble de lo que estaba asignado a sus cargos antes de la llegada de la nueva forma de gobernar. Incluso había dos casos un tanto extremos para mí, por tratarse de la administración pública.
Primero, alguien que por media jornada de trabajo recibe 3 millones de pesos, ahora entiendo porqué la ex directora de la JUNJI, la de la virgen, encontraba que su sueldo era “reguleque”… ganaba lo mismo que este personaje, pero le tocaba trabajar todo el día, y a cargo de la gestión de una institución bastante compleja.
Y segundo, el de alguien que aparte de ganar 5 millones, duplicaba su sueldo por concepto de asignación crítica.
El pensar que eso es lo que gana la gente que está a cargo de dar una respuesta al conflicto en la educación me hiso reflexionar sobre el tema éste del lucro, y sobre toda la discusión que se ha generado sobre dicho concepto aplicado a casi todos los ámbitos de la vida (educación, salud, trabajo, cultura, deporte, entretención, etcétera, etcétera, etcétera). En las últimas semanas, es el tema, y no han sido pocas las columnas dedicadas a él, columnas que casi siempre parten diciendo algo “tan original” como: “la Real Academia de la Lengua Española define al lucro como… bla, bla, bla”.
Para mí, hay una variable que debiera determinar el tono de la discusión y que quisiera plantear. Tanto en la educación, como en casi todas las otras temáticas de la vida, lo importante no es tanto el lucro o la generación de ganancias asociadas (que siempre existen).Lo importante es el porqué hacemos lo que hacemos. Es decir, las motivaciones.
El gran problema en toda esta situación se produce cuando el lucro deja de ser una herramienta para lograr un fin, o para dedicarse por completo a algo sin dejar de “vivir bien”, y se transforma en un objetivo en sí mismo, que se persigue a costa, incluso llegando a sacrificar el cumplimiento de ciertos sueños o transando en ciertos valores.
Digo lo anterior, porque hay que reconocer que todos lucramos (monetariamente o no):
  1. Lucra el voluntario de una organización cuando tiene la oportunidad de aprender y volverse experto en una materia social específica, y cuando el paso por esa organización le asegura un buen curriculum, trabajo y becas futuras (no voy a hablar de la oportunidad de “conocer” a otras voluntarias, que también existe).
  2. Lucra el “servidor público”, el bueno y el malo. El bueno porque recibe una retribución monetaria por cumplir su vocación de servicio público, y el malo por razones obvias, que a veces, gracias a Dios, logra descubrir la contraloría.
  3. Lucra el dirigente estudiantil cuando gracias a su cargo da un paso inicial a una probable carrera política.
  4. Lucra el político cuando promociona en exceso su trabajo para asegurar cámara y reelección, o para escalar en su carrera política.
  5. Lucramos incluso cuando desarrollando nuestros hobbies y obtenemos ganancias no monetarias pero sí en términos de satisfacción espiritual y personal.
En fin, lo que quiero plantear es que el lucro en sí mismo no está mal, y por eso es que la discusión está tan mal planteada e ideologizada (llegando a convertirse en un verdadero “diálogo de sordos”). Reconozcamos que como Sor Teresa de Calcuta y el Padre Hurtado hay muy pocos (lamentablemente), y que la gran mayoría de nosotros buscamos cumplir nuestros sueños, obteniendo las ganancias correspondientes que nos permitan vivir bien.
En este contexto el problema de las “universidades privadas con fines de lucro oculto”, tiene que ver con eso, con que el fin u objetivo final es el lucro y no educar bien. Es distinto trabajar por cumplir el sueño de establecer un modelo educativo innovador (obteniendo una retribución económica razonable por lo mismo), como lo hacen algunas buenas universidades privadas, a cumplir el sueño de enriquecerse lo máximo posible, a través del montaje de una universidad de cartón.
Para mí no está mal que un grupo de privados quiera crear una universidad de excelencia, si es que: se regula fuertemente la calidad de la educación que se entrega; se supervisan los procesos de admisión a dicha universidad a fin de que la misma no se transforme en una maquina de crear jovenes frustrados, endeudados y sin futuro laboral (como cientos de clientes de La Polar que nunca debieron obtener crédito); se les cobra un impuesto como a toda actividad empresarial privada; y se establece un límite razonable a las ganancias que pueden ser repartidas entre los inversionistas, dejando un porcentaje importante de las ganancias que genere dicha universidad destinado a investigación y perfeccionamiento del sistema educativo de la misma.
En resumen, lo que quiero plantear básicamente es que en la discusión de esto del lucro falta una mirada menos ideologizada que nos permita ver que el obtener ganancias monetarias está bien, si solo es una herramienta y no un fin en sí mismo. Y para no dejar de hablar algo de fútbol pongo como ejemplo al futbolista chileno que más lucra en la historia, nuestro querido niño maravilla. Puedo sonar demasiado ingenuo, pero estoy seguro que él está mucho más preocupado de jugar cada día mejor y de llegar al mejor equipo de futbol del mundo, que de las lucas que le van a pagar. Cualquiera diría que con las lucas que gana, nadie estaría preocupado de las lucas, pero tenemos el ejemplo de Valdivia que en vez de arriesgarse a jugar en Europa ganando menos, se fue a Emiratos Árabes a llenarse de plata (sacrificando, creo yo, su futuro futbolístico).
Ojalá los asesores de Lavín estén realmente preocupados de la educación de este país, pero si ingresaron al “servicio público” cobrando el doble de lo que cobraban otras personas en sus mismos cargos, tiendo a pensar que en este caso el lucro es un fin y no un medio. Creo que tienen ahora una tremenda oportunidad de demostrarnos a todos por qué están ahí (y por qué cobran lo que cobran).
Espero les vaya bien en la marcha a los estudiantes hoy. Que entiendan que el problema más que el lucro en sí mismo, como una “herramienta diabólica”, es como regulamos y aseguramos la calidad de la educación (que depende de muchos factores, y no sólo de que si quien la da, gana plata o no), y que finalmente ellos tengan como retribución (lucro), asociado a éstas movilizaciones, una ley de educación que regule, para bien de todos, el lucro en la educación.

lunes, 4 de julio de 2011

“De River Plate y de cómo “Los Mejores” también se pueden ir a la B”

El domingo pasado miraba las noticias y no podía creer que River Plate se hubiese ido a la serie B del fútbol argentino. Obvio que me lo temía, era una noticia que se sabía probable hace ya algunas semanas, pero la verdad, siempre pensé: “algo va a pasar… River no se va ir a la B”. Lo imaginaba tan imposible como que Brasil no fuera a un mundial (estoy seguro que cuando eso esté a punto de pasar, nuestros amigos de la FIFA algo van a inventar para clasificar a Brasil, aunque sea por la ventana).
En fin, el punto es que después de asimilar la sorpresa me empecé a preguntar sobre qué era lo que había pasado para que una institución como River Plate, que en los números al menos, sin ser la más popular, ha sido la más exitosa del fútbol argentino (con 33 campeonatos y 5 torneos internacionales), haya caído tan, pero tan, bajo.
Y empecé a investigar.
Lo que descubrí, para bien de mi columna, me sorprendió mucho por lo parecido del proceso de decadencia de River, a la debacle de la Concertación desde las elecciones pasadas, y la caída en picada de los niveles de aprobación del gobierno de Sebastian Piñera.
Aquí van las explicaciones que encontré en noticias y blogs especializados. Para mí las similitudes con los procesos políticos mencionados son bastante claras:
  1. River Plate pasó de dirigencias que ejecutaban políticas institucionales de largo plazo, a dos presidencias que se concentraron en la búsqueda de éxitos en el corto plazo, sin planificación estratégica, ni inversión importante de recursos.
  2. En el último periodo se vivió una gran rotación interna debido, principalmente, a la falta de un liderazgo conciliador en la institución. En 3 años se sucedieron 2 presidentes, 6 entrenadores, 66 jugadores y 29 refuerzos.
  3. La variable menos importante a la hora de llenar los cargos relevantes del club fue la meritocracia.
  4. No se invirtió en proyectos de formación de nuevos jugadores, no existió un trabajo serio en la cantera, hace tiempo que River Plate no logra sacar al mercado jugadores “de exportación”.
  5. Una vez que no se dieron los resultados, la inversión que se realizó apostó por la cantidad más que por la calidad, es decir, muchos jugadores malos, ninguna “súper estrella”.
  6. Cuando ya se desató la crisis, incluso sus propios hinchas y la barra brava, en vez de alentar y apoyar, comenzaron a amenazar, incluso de muerte, a sus propios dirigentes y jugadores.
  7. Lo peor, según la mayoría de las opiniones, fue que nadie tuvo la valentía de definir un cambio de rumbo, cuando todo hacía indicar que se iba directo a la B. La principal causa de esto, se dice, es que el actual presidente del club no escucha a absolutamente nadie (¿les suena parecido?).
Para mí, en todo lo anterior hay un punto clave que debiera ser el principal mal ejemplo, o la principal conclusión que podrían sacarde la decadencia de River: el Presidente, los líderes de la Concertación y de la Alianza, y en general los políticos (a ver si así no les termina pasando lo mismo que al club, ante la mala aprobación generalizada que están viviendo). Por lo que pude investigar, la principal causa de la caída a la B fue que nunca se asumió a cabalidad la magnitud del problema y no se tomó en serio la real decadencia del club.
Los dirigentes siempre creyeron que solo el nombre “River Plate”, el ser uno de los equipos “grandes” de Argentina, y la tremenda historia de éxitos anteriores, influirían en un repunte milagroso y en la salvación de última hora.
En resumen: lo peor fue que creyeron que la “marca”, que por acá, y en política, sería la “Concertación”, y la “Alianza por Chile” o la “Coalición por el Cambio”, era más importante que la real calidad del producto, y que dicha marca y su historia terminaría salvándolos milagrosamente de cualquier cataclismo.
Espero que nuestros políticos aprendan de este caso, empiecen a dimensionar la real magnitud del problema que están enfrentando, escuchen, reaccionen y se den cuenta que la crisis actual de credibilidad hacia el sistema político es muy grave. Ojalá que puedan ver y asumir: que no habrá salvación de última hora si no se trabaja duro y se hacen cambios profundos, que incluso los “grandes históricos” como River Plate pueden caerse, y, que de hecho la caída ya es notoria, por lo menos, para nosotros los hinchas…

viernes, 17 de junio de 2011

Twitter-Política: peor que la Garra Blanca y Los de Abajo juntos

Si hay algo que me gusta del fútbol, en realidad de ser hincha del fútbol (ya dije que jugando no le pego ni al quinto bote), es ir al estadio. Es de las pocas instancias de la vida en que tengo toda la libertad del mundo de ser “políticamente incorrecto”, sin hacer un daño real a nadie.
En el estadio me puedo reír y burlar, sin sentimiento de culpa, de la desgracia ajena; puedo insultar con total libertad al “enemigo” y a sus hinchas; puedo gritar durante 90 minutos seguidos todo lo que se me venga a la cabeza; puedo no ser objetivo y creer siempre que el árbitro es un ladrón, que los hinchas contrarios no saben de futbol, y que el rival de turno debiera irse a la B; puedo alegrarme de ganar con trampa (nada más lindo que empatarle a última hora a la U, solo porque al guardalíneas se le cayó el banderín); puedo ser feliz con la lesión, o expulsión injusta del goleador del equipo contrario; y una larga lista de comportamientos totalmente reprochables, que son fruto de una mentalidad fanática y poco objetiva.
En pocas palabras, para mí el estadio es una catarsis brutal, pero totalmente positiva, que me ayuda a sacar lo peor de mí una vez a la semana, reitero, sin dañar a nadie y solo por 90 minutos, a fin de ser políticamente correcto todo el resto de la vida.
Desde que se me ocurrió crear http://ticspoliticos.blogspot.com/ y @poli_tiics, me metí en el mundo del twitter y sus adictos, de la información en tiempo real y sin intermediarios, de la comunicación instantánea y el comentario político de la ciudadanía “de a pie” hiperconectada, del análisis de la actualidad en 140 caracteres, de la opinología política sin filtro y sin validación de fuentes, de los trolls y de la gente que jura que construye oposición desde las redes sociales. Y tengo una opinión. Me di cuenta de que la mezcla de políticos y opinologos que analizan la contingencia nacional en las redes sociales, a veces, es peor que un estadio lleno de hinchas ultra fanáticos y poco objetivos como yo.
Primero porque el partido dura solo 90 minutos, y es una vez a la semana, mientras que las discusiones en twitter son 24/7 (lo único 24/7 que realmente existe en el país). Y, segundo, porque mucha gente, incluyendo a varios políticos, sacan en Twitter, lo peor de sí: ganas de figurar como sea y donde sea, adicción a contarle al mundo lo buenos que son y lo bien que le hacen al país, utilizar la plataforma para reírse impunemente de la desgracia ajena, twittear lo primero que se venga a la cabeza sin pensar mucho en las consecuencias, desahogar la rabia por escrito y públicamente independiente de a quien se pueda pasar a llevar, difundir malas noticias del adversario sin preocuparse mucho de la fuente y de la validez de la noticia, y una larga, y lamentable lista de etcéteras.
Solo quiero poner un ejemplo, que francamente me indignó y me hizo pensar que la mayoría de los políticos y de los twitteros que analizan la política en twitter, a veces, son peores que la Garra Blanca y Los de Abajo juntos, y se terminan comportando peor que yo en el estadio. Hace varios días ya, un joven de 22 años, anarquista, al tratar de poner una bomba, perdió sus 2 manos y quedó ciego. El tema más comentado del dia fue #elweondelabomba, y al hacer la búsqueda, el 99% de lo que se escribía eran comentarios de burla, o incluso de alegría por lo que le pasó al anarquista.
No soy un tonto grave, de hecho ocupo mucho la ironía y el humor negro, pero creo que reírse de algo, es muy distinto de alegrarse por algo, y lo que yo vi en Twitter ese día, fue una alegría profunda por la desgracia ajena, igual que en el estadio, pero en un tema infinitamente más importante que un partido de fútbol. Yo también podría pensar que el anarquista es un pastel, pero de ahí a alegrarme de verdad porque un joven, en un acto irracional, cometió el peor error de su vida, quedando ciego y minusválido, y a justificar mi alegría diciendo que lo que le pasó es “justicia divina”, hay mucha, muchísima,  distancia.
Creo, a raíz de lo anterior, tenemos que dejar de sobrevalorar Twitter y volver a vernos las caras, para evaluar mejor lo que decimos y escucharnos mejor.
El movimiento 15M de España es mucha gente compartiendo un mismo espacio físico, no exclusivamente una “revolución virtual”. Utilicemos Twitter como una herramienta para un ejercicio comunicacional, creativo, de diversión, e incluso de organización, pero sin una ambición mayor que esa. No es para figurar, ni para ser líder de opinión, ni para hacer oposición virtual, y tampoco reemplaza el sacar los pies a la calle. Sería bueno que además de usar las redes sociales, nos empecemos a conocer, y que desde ahí cambiemos la realidad, 20.000 personas juntas frente a La Moneda dicen muchísimo más que “el tema más comentado del día en Twitter”. 

miércoles, 25 de mayo de 2011

Piñera = Cabro Chico malo para la pelota (“Se marca solo”)

De chico mi peor trauma fue ser malo para la pelota (peor que el trauma de la separación de mis viejos incluso). Habría dado lo que fuera por ser el goleador del equipo del colegio, y que las chiquillas celebraran mis goles. Me esforzaba demasiado, corría todo lo que podía, me inscribía en cuanto partido pudiera jugar, e incluso, como no me invitaban nunca (por malo), “negociaba”, generalmente con amenazas, mi inclusión en los partidos de futbol de mis compañeros.
Por malo para la pelota fui víctima de bullyng (de todo tipo), pero siempre me acuerdo de tres situaciones que eran las que me más me dolían. Primero, antes de empezar el partido había que elegirse, y como adivinarán, siempre era yo la última opción, el no elegido, el que tenía que esperar el primer gol para ver a qué equipo entraba (ojo, para mas humillación, era el equipo que hacia el gol, el que se libraba de tener que incluirme). Segundo, una vez dentro de la cancha, se esforzaban por mandarme al arco (nunca quise ser arquero, me parecía una total humillación), y eso que al arco jugaba bien, de hecho si hubiese asumido que era mal delantero pero buen arquero, quizá podría haber tenido un mejor pasar por las canchas de mi colegio. Tercero, dado que me rehusaba a ser arquero, porque era competitivo, y matón, mis compañeros optaban por ignorarme dentro de la cancha y no me daban pases. Me quedaba adelante, siempre off side, a la espera de un milagro que me dejara solo frente al arco con la pelota en los pies. Era un lauchero absoluto, y por lo mismo, a veces hacia goles (que no tenían nada que ver conmigo), y yo me sentía feliz y me creía un delantero “desequilibrante”.
Lejos lo peor de todo, era que era malo, y no me daba cuenta, hacia un gol al año, y me creía goleador, por lo mismo fui perdiendo respeto (no digo cariño, porque en la cancha nunca lo tuve).
La suma de todo lo anterior, hizo que constantemente recibiera el peor insulto que uno puede recibir en la cancha. Ya era humillante que mi equipo no me diera pases, pero peor que eso era que el equipo contrario no me marcara. Decían: “ni se preocupen, déjenlo, SE MARCA SOLO!!!”. Eso me humillaba tanto que las ganas de hacer un gol se hacían terribles, y dado que no se preocupaban por mí, en algún momento encontraba el espacio, hacia el gol, y me burlaba de ellos en sus caras. Obviamente no le daban importancia a mi gol, precisamente porque antes de ese, se me habían ido como 20 goles solo frente al arco.
Creo no exagerar al decir que el principal problema del presidente, y la explicación a la mala aprobación ciudadana que tiene, tiene que ver con que se comporta igual que yo cuando chico con el tema del futbol, es decir, es igual a un cabro chico malo para la pelota.
Por las siguientes razones:
1. Es totalmente competitivo y trata de figurar hasta en las cosas en las que sabe, o no asume, que no es el mejor. Ejemplo: la imagen que trata de transmitir en sus discursos de ser alguien con liderazgo, carisma, sensibilidad y cultura. Debiera asumir, como yo nunca lo hice con el tema de ser arquero, que no es Martin Luther King, y mostrarse tal cual es, un empresario muy inteligente, asertivo, exitoso, efectivo y frio. Si lo hiciera, si se mostrara tal cual es, no tendríamos tantas Piñericosas y no le haríamos bullyng por frases como “arriba los corazones”.
2. No logra disimular su necesidad obsesiva por recibir aplausos. Igual que yo cuando chico, está dispuesto a hacer lo que sea por meterse al partido, aunque no esté invitado, y por hacer un gol. Creo que todos nos acordamos cuando tuvo que salir arrancando de un funeral en La Pintana.
3. No asume que es casi imposible que lo quieran (por winner), y no se concentra, por lo menos, en hacer bien la pega. Llevamos más de un año de Gobierno y casi el 90% de su discurso siguen siendo puras promesas. Como yo al ser tan lauchero, parece que solo espera el momento en que suceda el milagro del único gol que le permita figurar.
4. No asume que los goles, aunque el los haga, o mejor dicho, aunque se hagan durante su gobierno, como las cifras record de crecimiento económico o de empleo, no se deben a que el es desequilibrante, sino más bien a ciclos y políticas económicas definidas y ejecutadas antes que el.
5. Finalmente y lo peor de todo (aparte de que con suerte hace un gol y se cree el Chupete Suazo), es que al igual que yo cuando chico, es verdad que se marca solo. Casos como el de la ex intendenta Jacqueline van Rysselberghe y la Ministra Matte lo confirman.
Es preocupante porque finalmente yo estaba metido en una pichanga de barrio, mientras que él está a cargo del país. Ojala pueda enmendar el rumbo en lo que le queda y solucionar los 5 puntos aquí descritos. Y ojalá que la Concertación deje de tratarlo también como a un cabro chico que se marca solo, y lo tome un poco más en serio, después de todo es el Presidente. Así no corren el riesgo de que a última hora Piñera (o alguno de su equipo), les haga un nuevo gol, y extienda su partido a un alargue de 4 años más, por lo menos. No olvidar que la peor forma de perder una guerra es por subestimar al enemigo. Al final yo, malo y todo igual hacia goles, y goles que en su momento fueron clave!.

viernes, 6 de mayo de 2011

“De winners, fanáticos e imitadores, o los asesores del Gobierno de los Mejores”


Hace unos días, un asesor ministerial twiteo algo así: “en un año mejoramos índices de educación (Simce), crecimiento económico (Imacec), seguridad ciudadana (no me acuerdo a que indicador hacía referencia)… y aumentamos desaprobación.  Vamos por buen camino!”. No lo puedo citar textual, porque después ese tweet desapareció de su cuenta, supongo que alguien por ahí lo debió retar.
Sin ser experto en política, creo que dicho tweet grafica muy bien tres de las principales características de los actuales asesores del Gobierno. Ahí van:
1.       SON MUY “WINERS”: El “gran jefe” predicó con el ejemplo, y creó escuela. Les enseño a  aparecer siempre como exitosos, aunque realmente no lo fueran. Por lo anterior, sus muchachos se acostumbraron a atribuirse como propios, resultados de procesos de largo plazo. Ejemplos sobran, baste recordar que aún hay mucha gente que pone en duda que fuera nuestro presidente el de la idea de traer las tarjetas de crédito a Chile. Creo que nuestro amigo (un experto graduado en Harvard), no puede realmente pensar que la mejora en dichos índices se debe, casi exclusivamente, al trabajo que él y su gobierno ha realizado en tan solo un año. De hecho, creo que el exceso de entusiasmo de lo que plantea en dicha frase se debe al segundo problema:
2.       SON MUY FANATICOS: Pareciera que se enamoraron irracionalmente, o que les bajó el síndrome de la barra brava. Yo tengo mis convicciones y trabajo con gente en la cual creo de verdad, pero fanático, irracionalmente fanático… del Colo y de nadie más. Conozco a varios asesores ministeriales que pasaron de ingresar al gobierno con muchas dudas existenciales, a caer en una especie de enamoramiento total y absoluto. Es simplemente impresionante, la ministra muy honrada será, y yo personalmente lo creo, pero se fue porque se mandó un condoro impresentable, y por lo mismo, no hay para que idolatrarla, hay que perdonarla incluso. Sin embargo, basta leer los tweets de estos asesores por estas fechas para darse cuenta el nivel de la barra brava que hay ahí dentro (creo sinceramente que a veces la Garra Blanca tiene más objetividad que ellos). En resumen, y como otro ejemplo, nadie que sea tan experto como este asesor puede realmente creer que ir por el buen camino significa hacer las cosas bien, generar buenos resultados, y como efecto (o por causa) de lo anterior, aumentar los niveles de desaprobación. Primero, porque si realmente crees que le estás haciendo un bien al país, y que en un año lograste cambiar lo que no se había cambiado en veinte, debes esforzarte porque la gente te apruebe, te reelija, y así puedas continuar con tu proyecto político. Segundo, porque si realmente te despreocupa la aprobación de la gente y crees que una buena gestión se basa en tomar decisiones impopulares, debieras reflejarlo en tu estrategia comunicacional, la cual no debiera apuntar exactamente a lo contrario, es decir, a saturar los medios de comunicación, con mensajes positivos acerca de tus políticas de gobierno. En fin, este fanatismo total de muchos asesores, que tiene como efecto la defensa de argumentos tan indefendibles, ha hecho, según mi percepción, que muy pocos al día de hoy se atrevan a “decirle al rey que está desnudo”, y que por lo mismo, el rey se pasee desnudo día tras día por Chile.
3.       SON IMITADORES: Hoy son todos un “mini-me” del Presidente. Todos “24x7”, todos ultra colapsados, todos ultra importantes y todos ultra winners. Pareciera que una gran camada de estos asesores sueña todos los días con parecerse un poco más al big boss, y como se enamoraron profundamente de él, le copian todo, hasta la arrogancia. Todo lo quieren reinventar, a todo le cambian el enfoque, a todo le aplican re-ingeniería (porque muy seguramente en la “antigua forma de gobernar”, muy poco valía la pena). Está bien que el líder, en este caso el presidente, sea “rupturista e innovador”, pero no todos deben parecerse a él. Debe existir en su equipo gente capaz de mostrarle, aunque sean muy pocas, las cosas buenas que existían antes de él y que se pueden aprovechar. El problema es que en el Gobierno de los mejores hay muchos mejores y pocos peores, mucho cacique, poco indio, mucho imitador de Piñera, y pocas personalidades distintas que se complementen con la de él. 
 
No digo que antes no existían estos pecados o incluso peores, realmente creo que existen en todas partes, pero para mí, un real “gobierno de los mejores” debe incluir a gente que sea capaz de:
1.       Dejar ser tan “winer” y crear una estrategia de trabajo (y a la vez, comunicacional) que reconozca que la gente no es tonta y que busque posicionar al gobierno como innovador y exitoso sin recurrir a la destrucción o descalificación del trabajo que realizaron otros chilenos durante 20 años, chilenos que quiérase o no, la gente eligió. Los goleadores son generalmente los más top del futbol, los más reconocidos y los más queridos, pero ningún goleador puede dejar de reconocer que sus goles se deben a jugadas que iniciaron y ejecutaron otras personas, muchos segundos atrás del segundo de gloria en el que a ellos les tocó el honor de dar el golpe final.
2.       Cambiar el fanatismo por la capacidad de los asesores de hacer influir su crítica constructiva. No defender lo indefendible. No transformarse en barra brava. Una cosa es ponerse la camiseta de un equipo, otra distinta es envolverse con ella la cabeza y taparse los ojos, los oídos (y el cerebro). Cuando las cosas andan mal reconocerlo, evaluar, ser autocrítico, criticar y corregir, y no recurrir al típico #porculpadelaconcertacion.
3.       Cambiar la imitación total por la creación de equipos diversos y llenos de identidades propias en servicio de un proyecto político mayor, y común. Ningún gobierno necesita que todos sus Ministros y Asesores sean 24x7, hiperventilados, winners y “ultra capaces”. En los equipos hacen falta todos, el arquero que casi no corre, tiene una visión panorámica y solo interviene en casos críticos, el 10 que pone la pausa, y la genialidad, los laterales que no paran de correr, y el goleador que está atento a la oportunidad final. Todos a su ritmo, todos con su estilo distinto, todos con su forma de trabajar diferente.
En resumen, ojalá que cuando dicho asesor quiera reescribir el tweet que borró, escriba algo como “hemos mejorado índices de educación, crecimiento económico, y seguridad… un aplauso para el país y sus distintos gobiernos… Chile va por buen camino”.